Este Blog se ha creado con el objetivo de informar sobre el viaje fin de carrera de Magisterio de Audición y Lenguaje de la Universidad Autónoma de Madrid a Túnez, una semana a finales de Febrero de 2009.

Con él se pretende informar a las personas que asistan al viaje de aquéllas incertidumbres que el viaje les pueda ocasionar. Al mismo tiempo hacer de éste blog un punto de referencia para terceras personas que tengan interés en conocer el Norte de África, o en algún otro año irse de viaje de Fin de Carrera!!

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15 de agosto de 2009

Recorrer Túnez a fondo

Túnez
Comparada con las grandes metrópolis del mundo, Túnez no impresiona en exceso. El centro es compacto y fácil de recorrer; lo fundamental para los viajeros se halla en la medina y en la ville nouvelle.

La medina es el núcleo histórico y cultural de la moderna Túnez y un sitio idóneo para formarse una idea de la vida en la ciudad. Construida durante el siglo VII, perdió su privilegio como centro de la capital cuando los franceses tomaron el poder y erigieron su ville nouvelle hacia finales del siglo XIX. Uno de los lugares de interés más antiguos de la medina, la mezquita de Zitouna, fue reconstruido en el siglo IX sobre la estructura original del siglo VII. Sus constructores reciclaron doscientas columnas de las ruinas de la Cartago romana para la sala de plegarias central. Los no musulmanes vestidos con recato pueden entrar hasta el patio.

El olfato ayudará a traducir el nombre del cercano Souq el-Attarine, el zoco del perfumista, donde las tiendas se surten de aromáticos aceites y especias. Al Oeste, la mezquita de Youssef Dey fue la primera de estilo otomano que se construyó en la ciudad (1616). En el cercano Souq el-Berka los corsarios musulmanes vendían a los esclavos.

También en la medina, el Tourbet el-Bey es un enorme mausoleo que alberga los restos de muchos beys, princesas, pastores y consejeros husseinitas; el guarda es un guía entusiasta. No muy lejos, el Museo de Dar Ben Abdallah aloja el Centro de Artes y Tradiciones Populares, donde las piezas expuestas parecen casi mediocres en contraste con el majestuoso telón de fondo del edificio. En la zona se halla Dar el-Haddad, una de las viviendas más antiguas. La medina fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981.

Las calles de la ville nouvelle están flanqueadas por edificios de impronta francesa repletos de verjas de hierro forjado y ventanas de lamas, elementos que le otorgan un aire europeo, acentuado por las terrazas de las cafeterías y las pastelerías. Tras admirar la arquitectura colonial, merece la pena visitar la catedral de St Vincent de Paul, que presenta una amalgama extraordinariamente estrambótica de estilos arquitectónicos (gótico, bizantino y norteafricano).

A unos 4 km al oeste del centro de la ciudad se ubica el indispensable Museo del Bardo, instalado en el antiguo Palacio del Bardo, la residencia oficial de los beys husseinitas. En su interior, la colección se divide en secciones que cubren diversas épocas: la cartaginesa, la romana, los primeros tiempos del cristianismo y la árabo-islámica. La parte romana contiene una de las mejores exhibiciones de estatuas y mosaicos de todo el mundo. Se puede llegar al museo en taxi o tranvía.

Cartago
A pesar de la fascinante historia de Cartago y la posición de dominio que mantuvo en el mundo antiguo, los romanos hicieron tal trabajo de demolición que las ruinas actuales son algo decepcionantes. Casi todo lo que queda es de origen romano; ningún resto púnico. Hay seis centros de interés, y lo más fastidioso para el visitante es que están dispersos y muy distantes unos de otros. Para salvar este inconveniente, se puede tomar la línea TGM (tren ligero), que atraviesa la zona, pero se advierte que, aún así, hay que caminar bastante.

El mejor punto de partida es la colina de Byrsa, que domina la zona y proporciona una perspectiva general desde su cima. A sus pies se encuentra la Catedral de St Louis, visible desde algunos kilómetros a la redonda. Es una construcción de proporciones descomunales, que fue erigida por los franceses en 1890 y dedicada al rey-santo del siglo XIII, que murió a orillas de Cartago, en 1270, durante la octava cruzada. Aunque fue desconsagrada y clausurada durante años, ahora ha sido restaurada y abierta al público. El Museo Nacional es el gran edificio blanco ubicado en la parte posterior de la catedral, y sus exposiciones, renovadas, merecen un vistazo. La muestra púnica, en la planta superior, es muy recomendable.

El anfiteatro romano en la parte occidental de Byrsa, a 15 minutos andando desde el museo, fue uno de los más grandes del Imperio, aunque hoy queda poco de su esplendor. La mayoría de sus piedras fueron extraídas para otros proyectos de construcción en siglos posteriores. El conjunto de enormes cisternas situado al noreste del anfiteatro constituía el principal suministro de agua de Cartago durante la era romana; ahora se hallan en ruinas y las dificultades de acceso, entre espinosas chumberas, hacen que apenas merezca el esfuerzo.

Las termas de Antonino se localizan al Sur, en el frente marítimo, e impresionan básicamente por su tamaño y situación. El barrio de Magon es otro parque arqueológico próximo al mar, a unos pocos metros al sur de los baños. Excavaciones recientes han descubierto una interesante zona residencial.

El santuario de Tofet ha suscitado un gran interés desde que fue excavado por primera vez en 1921. El Tofet era un lugar de sacrificios con un cementerio anexo, donde los hijos de los nobles cartagineses eran asesinados y quemados para apaciguar a las deidades de Baal Hammon y Tanit. En la actualidad es poco más que una parcela llena de maleza con algunas fosas.

Sidi Bou Saïd
Sidi Bou Saïd es un encalado pueblecito ubicado en lo alto de un acantilado que mira al golfo de Túnez, a unos 10 km al noreste de la capital. Es un sitio delicioso para dar un paseo por sus estrechas calles adoquinadas. Sus relucientes paredes están provistas de rejas en cada ventana, ornamentadas y pintadas de un intenso color azul, y de vistosas entradas arqueadas que sirven de acceso a patios salpicados de geranios y buganvillas. A nadie se le reprochará que piense que ha tropezado con una diminuta isla griega.

El centro de actividad de la población es su plaza principal, Place Sidi Bou Saïd, bordeada de cafeterías, puestos de dulces y tiendas de recuerdos. El faro, que domina el pueblo, se yergue en el emplazamiento de un fuerte del siglo IX. Cerca hay una playa pequeña y relativamente vacía.

Península de Cap Bon
Esta fértil península penetra en el Mediterráneo desde el noreste de Túnez. Los geólogos especulan con la posibilidad de que en el pasado llegara hasta Sicilia, constituyendo un enlace terrestre con Europa que se hundió en el mar hace 30.000 años. En la actualidad, Cap Bon (sobre todo las playas del Sureste en torno a Hammamet y Nabeul) es el principal destino tunecino de los turistas que llegan con viajes organizados.

En un paseo veraniego por las calles de Hammamet es probable descubrir diez turistas por cada vecino del pueblo, y el ritmo nunca afloja, excepto en pleno invierno y por poco tiempo. Su situación en el extremo norte del golfo de Hammamet es su gran baza, y su antigua medina, que domina una amplia extensión de playa arenosa, es sin duda otro de sus atractivos.

También es una ciudad desbordante de vida, llena de discotecas, restaurantes y vistosas tiendas. Todo lo que un turista podría desear, excepto aislamiento.
La mayor diferencia entre Hammamet y su vecina, Nabeul, es que esta última dispone de una variedad de alojamientos económicos, incluyendo la zona de acampada mejor organizada del país. El mercado de los viernes de Nabeul es uno de los más animados del país, aunque no disponga de un exceso de gangas o artículos de calidad.

Cuando se llega a Kelibia, se han dejado atrás los destinos turísticos más demandados de Túnez. En su lugar se encontrará una diminuta urbe que sobrevive principalmente de su flota pesquera, con unos cuantos y modestos centros turísticos, playas protegidas y un fabuloso fuerte del siglo VI que domina el puerto.

A medio camino entre Kelibia y El-Haouaria se halla el poblado cartaginés de Kerkouane, una ciudad fundada en el siglo VI a.C. destruida finalmente por las fuerzas romanas. Fue excavada en 1962, y un museo alberga dichos hallazgos, como la princesa de Kerkouane, la tapa de madera de un sarcófago esculpida con la forma de la diosa Astarté.
La pequeña población de El-Haouaria está emplazada debajo de la punta montañosa de Cap Bon. Es un pasaje tranquilo con varias playas aceptables -sobre todo en Ras el-Drek-, pero su principal atractivo son las cuevas romanas en la costa, a 3 km al oeste de la ciudad. Gran parte de la piedra que se usó para levantar Cartago fue extraída de este notable complejo de cuevas de arenisca amarilla. Los canteros descubrieron que la calidad de la piedra era mucho mejor en la base de los acantilados que en la superficie, por lo que optaron por abrir túneles. Tras casi mil años de extraer arenisca, el resultado son las cuevas actuales.

Dougga
Las ruinas romanas de Dougga, a 105 km al suroeste de la capital, se consideran las más espectaculares y mejor conservadas del país. Ocupan una prominente posición al borde de las montañas de Tebersouk, dominando el fértil valle de Oued Kalled, donde se cultiva trigo. El yacimiento fue ocupado hasta principios de la década de 1950, cuando los residentes fueron evacuados para contribuir a preservar las ruinas.

En Dougga hay mucho que ver y merece la pena contratar un guía autorizado. El primer monumento que se aprecia es el teatro, con capacidad para 3.500 espectadores y construido en la ladera en el año 188 d.C. por uno de los habitantes adinerados de la ciudad. Ha sido reconstruido y es el escenario idóneo para las iluminadas representaciones de teatro clásico del Festival de Dougga que se celebra en julio y agosto. Un poco más allá, un sendero conduce al templo de Saturno, erigido en el emplazamiento de un templo anterior dedicado a Baal Hammon. Al suroeste del teatro, una sinuosa calle conduce a la plaza de los Vientos, donde el pavimento está dispuesto como un enorme compás y enumera los nombres de doce vientos. Otro templo bordea la plaza al Norte, mientras que el mercado y el capitolio están situados al Sur y al Oeste, respectivamente.

El capitolio es uno de los monumentos más extraordinarios del país, que fue erigido en el año 166 d.C. Seis estriadas columnas sostienen el pórtico, que está a unos ocho metros por encima del suelo. El friso posee una escultura apenas erosionada, hecho infrecuente, que muestra al emperador Antonio Pío entre las garras de un águila. Dentro existía una enorme estatua de Júpiter, cuyos fragmentos se guardan ahora en el Museo del Bardo, en Túnez. Cerca, la casa de Dionisos y Ulises fue antiguamente una suntuosa residencia; en ella se encontró un mosaico que muestra a este último hipnotizado por las sirenas (actualmente forma parte del Museo del Bardo, en la capital).

El-Jem
Hay pocos monumentos más deslumbrantes que El-Jem, el bien conservado y antiguo coliseo -casi tan grande como el de Roma-, que empequeñece los edificios de la ciudad moderna. Erigido en una meseta a medio camino entre Susa y Sfax, a unos 210 km al sur de la capital, El-Jem puede divisarse desde varios kilómetros a la redonda, dominando por completo la zona.

El coliseo, construido entre los años 230 y 238 d.C., ha sido utilizado como puesto defensivo en numerosas ocasiones. Sufrió graves desperfectos en el siglo XVII, cuando las tropas de Mohammed Bey abrieron un boquete en el muro occidental para hacer salir a los miembros de la tribu local que se habían rebelado contra los impuestos exigidos. La brecha se ensanchó todavía más durante una rebelión en el año 1850, pero, por fortuna, en la actualidad se concede mucha importancia a su conservación y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Con una capacidad para 30.000 personas (una cifra que supera al de la población de la ciudad), es uno de los monumentos romanos más impresionantes de África. Aún se puede ascender hasta las gradas superiores y observar la arena, o explorar los dos largos pasadizos subterráneos que en otros tiempos albergaban a gladiadores, animales e infelices condenados.

Tozeur
Tozeur es una de las paradas más demandadas por los viajeros, y lo ha sido desde el período capsiense (hacia el año 8000 a.C.). Sus principales atractivos radican en un casco antiguo laberíntico, un interesante museo y un extenso palmeral en la punta septentrional de Chott el-Jerid. A unos 435 km al suroeste de la capital, el camino se torna emocionante: la carretera de Kebili atraviesa un chott (laguna salada desecada) por un paso elevado.

El evocador barrio antiguo de la ciudad, Ouled el-Hadef, fue construido en el siglo XIV d.C. para alojar al clan de El-Hadef, que se enriqueció con el comercio de las caravanas. Es una maraña de estrechos callejones cubiertos y de diminutas plazas y ha adquirido fama por sus métodos genuinos de fabricación de ladrillos. Existe un pequeño, pero notable, museo de arqueología que merece una visita.

Además del Museo del Bardo de la capital, el Museo de Dar Charait es el otro gran museo del país por el que vale la pena desviarse de la ruta. Exhibe una amplia colección de cerámica y antigüedades. Posee una galería de arte y habitaciones conformadas como réplicas de la vida tunecina, pasada y presente. Incluyen la habitación del último bey, un decorado palaciego, unos baños (hammam) y una tienda beduina. Los guardas del museo, vestidos como sirvientes del bey, colaboran con su aspecto a entrar en el ambiente.

El palmeral de Tozeur es el segundo de mayor tamaño de Túnez, con cerca de doscientas mil palmeras en una superficie de más de 10 km². Es un clásico ejemplo de agricultura de oasis en terraza y se halla surtida por más de doscientos manantiales, que producen unos sesenta millones de litros de agua al día. El mejor modo de explorar el palmeral es a pie o en bicicleta, que se puede alquilar en la entrada.

Susa (Soussa)
Susa es la tercera ciudad más relevante de Túnez así como un puerto destacado. Es igualmente el destino turístico más solicitado. La larga playa que se extiende al norte de la localidad hasta el enclave turístico de Port el-Kantaoui es su principal gancho. Sin embargo, Susa no se limita a la hilera de hoteles que cercan su orilla.

La antigua medina encierra una cantidad nada desdeñable de monumentos. Las murallas son impresionantes, con una extensión de 2,25 km y una altura de 8 m, fortificadas con una serie de sólidas torrecillas cuadradas. El ribat, un fuerte cuadrado de dimensiones reducidas, fue construido a finales del siglo VIII d.C. Presenta una atalaya redonda a la que se permite subir y que resulta un excelente mirador sobre la ciudad. La austera Gran Mezquita, con sus torres y su almenada muralla, recuerda más a un fuerte que a una mezquita. El Museo de Susa, que ocupa la alcazaba (kasbah) en la esquina suroeste de la medina, muestra varios de los mosaicos más hermosos del país.

Matmata
En ninguna otra parte de Túnez el turismo organizado es tan desmesurado como en el pueblecito de Matmata, a 400 km al sur de la capital, en la costa sureste. Las casas subterráneas de este poblado troglodita han demostrado ser un reclamo irresistible para los turistas o para los viajeros que acceden al lugar en vehículos todoterreno tras un safari por el desierto.

No es difícil entender por qué no dejan de acudir autobuses. El pasaje desprende un aire casi surrealista, con un entorno un tanto lunar. Sin duda ése es el motivo por el que fue elegido como lugar de filmación para las escenas de desierto de la película La guerra de las galaxias. Los bereberes de la zona construyeron viviendas subterráneas hace más de mil años para escapar del extremo calor del verano. Todas las casas son prácticamente idénticas, con un patio excavado a unos 6 m de profundidad y habitaciones en túneles abiertos en los lados. Las más amplias cuentan con dos o tres patios y se accede a ellas a través de una estrecha escalera desde el patio hasta la superficie.

Si se pretende ver Matmata por cuenta propia (siempre hay guías disponibles), lo adecuado es visitar los hoteles. Conviene llegar al final de la tarde, después de que los autobuses de turistas hayan partido, y dar un paseo hasta más allá del hotel Ksar Amazigh. Desde allí, hay buenas vistas de Matmata, que queda atrás, y del valle de Oued Barrak, al Norte. De regreso, hay que saciar la sed en el bar del hotel Sidi Driss (la famosa cantina de La guerra de las galaxias) y asomarse al hotel Les Berberes y al hotel Marhala. Así se habrá visto lo más notable de la ciudad.

= Otras rutas por TÚNEZ =

Bizerta
La ciudad portuaria de Bizerta, a 65 km al norte de la capital, es la más grande del norte de Túnez. Aún sin descubrir por el turismo masivo, es una de las razones por las que merece una visita. Posee playas aceptables próximas al centro urbano, pero su atractivo reside en la arquitectura del barrio del viejo puerto.

La enorme alcazaba (kasbah) es la estructura más imponente del casco antiguo, con sus macizas murallas descollando sobre el sector norte de la entrada al puerto. Originariamente fue un fuerte bizantino construido en el siglo VI d.C.; el actual fue erigido por los otomanos en el siglo XVII. El fuerte pequeño (ksibah) forma el bastión meridional de la defensa del puerto; fue levantado por los bizantinos y modificado a lo largo de los siglos. En la actualidad alberga su interesante Museo Oceanográfico.

La Place Bouchoucha, que en realidad es más una calle que una plaza, se ubica en el corazón de la urbe otomana, flanqueada por el viejo puerto al Este y la medina al Oeste. La zona ofrece animados mercados de pescado; la Gran Mezquita, construida en 1652 con un llamativo minarete octogonal; y la fuente de Youssef Dey, con hermosas incrustaciones, data de 1642. El denominado fuerte Español domina la ciudad desde la colina que surge al norte de la medina; en realidad es turco y se edificó en el año 1570 d.C.

Parque Nacional de Ichkeul
Clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, este parque nacional, a 30 km al suroeste de Bizerta, es un santuario de las aves de paso, especialmente en invierno, cuando las aguas del lago Ichkeul y las marismas circundantes cobijan a más de doscientas mil aves acuáticas migratorias de toda Europa. Entre éstas destacan una considerable cantidad de fochas, ánades silbones, diversas especies de pato y aves menos conocidas, como la gallineta morada y el ánsar común, el emblema del parque.

Ichkeul es el único parque nacional de Túnez con instalaciones para los visitantes, aunque no dispone de alojamiento y está prohibido acampar.

Mahdia
Mahdia es una de las escasas ciudades de la costa central tunecina que todavía no ha sido explotada turísticamente. Es un enclave tranquilo, fundado en el año 916 d.C. y localizado en una pequeña península a unos 200 km al sureste de la capital. Posee una fascinante medina, ya fundada cuando el famoso historiador Ibn Khaldoun la visitó durante el siglo XIV y describió Mahdia como la metrópoli más rica de la costa de Berbería.

Visitarla a pie llevará unas dos horas. La Skifa el-Kahla, la sólida puerta fortificada de acceso, es todo lo que resta de la ciudad original y dispone de unas increíbles vistas desde arriba. Ésta se abre a la angosta y adoquinada calle principal, la Rue Ali Bey, que antiguamente era el zoco y que ahora acumula una cantidad creciente de puestos turísticos. En dirección Este hacia la Place du Caire, el viajero se verá obsequiado con una plaza sombreada con árboles, parras y cafeterías. La ornamentada entrada arqueada y el minarete octogonal en el sur de la misma pertenecen a la mezquita de Mustafá Hamza, construida en 1772, cuando la plaza era el centro del barrio turco.

Continuando en dirección Este por la Rue Ali Bey, se encuentra la Gran Mezquita. Construida en 1965 es una réplica de la original, del año 921 d.C., la cual fue destruida en 1554 por las tropas españolas que se batían en retirada. Los no musulmanes pueden entrar al patio fuera de las horas de plegaria. Cerca, se puede contemplar el diminuto minarete de la mezquita de Slimane Hamza y, si se continúa hacia el Este, hacia el Borj el-Kebir, se encuentra una fortaleza del siglo XVI emplazada en el punto más alto de la península. Dejando atrás el fuerte se hallan un cementerio y un faro, próximos a los restos del puerto originario.

= Actividades en TÚNEZ =

Las playas más recomendables de Túnez se encuentran en los alrededores de las poblaciones septentrionales de Ghar el-Melh, Tabarka y Bizerta, preferibles a las multitudinarias de las zonas turísticas. Las situadas más al Sur son teóricamente buenas, pero poco aptas para nadar; la más recomendable se halla en Aghir.

El país está empezando a descubrir las posibilidades del senderismo. El bosque de las montañas de Kroumirie, alrededor de Ain Draham, posee un enorme potencial, pero aún no se han dibujado mapas detallados. Más populares en estos momentos son las excursiones en dromedario, para las cuales se aconseja desplazarse a Zaafrane, a 12 km al suroeste de Douz, donde se puede negociar desde un paseo de una hora hasta un viaje de ocho días al oasis. Si el viajero se queda prendido de los encantos del desierto, en algunas zonas se puede practicar esquí en las dunas y regatas de yates en la arena.

La observación de aves es una actividad popular, aunque el país cuenta con escasas especies residentes, pero es una parada importante para las aves migradoras durante la primavera y el otoño. El Parque Nacional de Ichkeul, en el Norte, es el mejor emplazamiento para contemplarlas.

Subir en globo y los vuelos en hidroavión son dos opciones relativamente novedosas para ver el país desde el aire que pueden realizarse en Tozeur y Aghir, respectivamente.

Historia de TÚNEZ

Puede que Túnez sea el país más pequeño del norte de África, pero su situación estratégica le ha asegurado una rica historia. Fenicios, romanos, vándalos, bizantinos, árabes, otomanos y franceses han intervenido en la región en algún momento de su historia. Los primeros en hacer su aparición fueron probablemente un grupo de Homo Erectus hará unos cuantos cientos de miles de años. Accedieron por el Noroeste a través del Sahara procedentes del este de África. Se cree que lo que hoy es desierto árido estaba cubierto en aquellos días de bosque, maleza y hierba de la sabana, de forma parecida a las llanuras de Kenia y Tanzania en la actualidad. El primer indicio claro de poblamiento humano se descubrió cerca de Kebili, localidad del Sur emplazada junto a un oasis, y se remonta a unos doscientos mil años atrás.

El primer lugar del Túnez actual en que se establecieron los fenicios fue Utica, en el siglo XII a.C. Lo utilizaron como escala en su ruta desde su puerto de procedencia, Tiro (en el actual Líbano), hasta la península Ibérica. Establecieron una cadena de muelles a lo largo de la costa norteafricana, entre ellos Hadrumnetum (Susa) y Hippo Diarrhytus (Bizerta). Pero el puerto que ocupa un lugar preponderante en los libros de historia es Cartago, archienemigo de Roma. Se convirtió en la ciudad más importante del mundo fenicio occidental en el siglo VII a.C., sobre todo tras el declive de Tiro, y en la principal potencia del Mediterráneo africano a principios del siglo V a.C. Su poder se mantuvo hasta las guerras púnicas, en las que se enfrentó a Roma (263-146 a.C.). Pero Cartago quedó completamente arrasada tras la derrota de Aníbal ante Escipión, sus habitantes fueron vendidos como esclavos y la región pasó a ser una provincia más del Imperio.

El emperador Augusto refundió Cartago como ciudad en el 44 a.C., tal como pretendía su antecesor Julio César, designándola capital del África proconsular. La región sirvió de granero a Roma; hacia el siglo I d.C., las llanuras de Túnez satisfacían más del 60% de las necesidades de trigo del Imperio. Los romanos fundaron ciudades y colonias por las llanuras y la costa de Túnez, viviendo esta zona su etapa de mayor prosperidad con las dinastías de los Flavios y de los Severos; sus ruinas constituyen las principales atracciones turísticas de la actualidad.

A principios del siglo V, cuando el poder de Roma se encontraba en un estado de irreversible decadencia, los vándalos decidieron que era el momento propicio para la conquista. En diez años, hicieron de Cartago su capital. Sus prácticas expoliadoras los distanciaron de la población nativa bereber, que formó pequeños reinos y empezó a asaltar las colonias vándalas. Los bizantinos de Constantinopla, que les arrebataron el territorio en 533 y lo mantuvieron durante los 150 años siguientes, también se enfrentaron con las guerrillas bereberes. Durante esta etapa bizantina se produjo un renacer artístico y económico.

El islam hizo su aparición en el siglo VII, cuando los ejércitos árabes se extendieron desde Arabia y conquistaron con rapidez Egipto. Su primera incursión data del año 647. Los musulmanes derrotaron a los bizantinos en Sufetula, hasta hacer de Kairuán su campamento base en el año 670. Con Kairuán como capital, la región se convirtió en una provincia del imperio islámico.

Los bereberes adoptaron la religión islámica, pero se alzaron contra el trato cruel que les dispensaban los árabes. Los levantamientos se prolongaron hasta el año 909, cuando un grupo de chiítas bereberes, los fatimitas, agrupó las tribus bereberes y arrebató el norte de África a los árabes. Fundaron El Cairo en el año 973 y establecieron su capital en Mahdia, pero la unidad no tardó en romperse, las tribus emprendieron luchas intestinas entre ellas y el norte de África fue lentamente reducido a ruinas. Esta debilidad fue aprovechada por los normandos, que ocuparon la isla de Jerba en 1134.

Los conflictos aparecieron de nuevo cuando la zona se vio envuelta en la rivalidad entre España y el imperio otomano a mediados del siglo XVI. Túnez cambió de manos media docena de veces en unos cincuenta años, antes de que los turcos la conquistaran definitivamente en el año 1574 y pasara a formar parte del territorio otomano hasta el siglo XIX, cuando Francia se convirtió en la nueva potencia del Mediterráneo occidental.

En 1881 Francia, con el pretexto de responder a los ataques en la frontera de su colonia argelina, envió 30.000 soldados a Túnez, que no tardaron en ocupar la capital y obligar al bey gobernante a ceder el poder. Paulatinamente fueron apoderándose de las mejores tierras tunecinas. La derrota de Francia en los inicios de la II Guerra Mundial permitió a los nacionalistas tunecinos intensificar su campaña de independencia. Un hombre en particular, Habib Burguiba, líder del partido nacionalista Neo-Destour, acometió la tarea de situar al país en el primer plano de la política internacional.

Túnez obtuvo la independencia oficialmente el 20 de marzo de 1956, con Burguiba como primer ministro. Al año siguiente, el país se constituyó en república y Burguiba se convirtió en su primer presidente. El mandatario promovió cambios políticos y sociales de gran alcance: considerando la religión como un freno al progreso del país, emprendió la tarea de reducir su papel en la sociedad apartando a los ortodoxos de sus tradicionales campos de influencia, como la educación y la justicia. Los tribunales de la Sharia (ley coránica) fueron abolidos, y las tierras que habían financiado las mezquitas e instituciones religiosas confiscadas.


(Documento enviado por AlbertoAlberto1961, natural de la Comunidad Valenciana, que ha vivido dos años en Mahdia (Tunez))

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